Alosno, Huelva: cuna del fandango y corazón del Andévalo
El Andévalo. Esa vasta y, a menudo, inadvertida comarca de Huelva, se extiende como un lienzo de encinas, alcornoques y olivares, custodiando silencios y, a la vez, el vibrante latido de tradiciones ancestrales. Es una tierra que no se entrega a la primera mirada; su belleza es una serenidad forjada en la dureza del campo y la intensidad del subsuelo. En su centro, a unos 40 kilómetros de la capital, se asienta Alosno, un municipio que es mucho más que un punto en el mapa: es un crisol de historia minera, cuna indiscutible del fandango de Huelva y depositario de un acervo cultural único.

Con una población que ronda los 4,500 habitantes, repartidos entre el núcleo principal y su Entidad Local Autónoma, Tharsis (antiguo motor minero de la zona), Alosno se alza a 183 metros de altitud, vigilando el paso del río Oraque, afluente del Odiel. Pero más allá de sus coordenadas geográficas, lo que define a Alosno es su profunda y fascinante identidad. Un pueblo de agricultores, pastores y mineros que, a lo largo de los milenios, ha sabido crear un patrimonio inmaterial de raíces universales.

Una historia forjada entre minas y melodías
La historia de Alosno está íntimamente ligada a la minería. Desde tiempos antiguos, la tierra de esta zona escondía un valioso tesoro bajo sus pies: cobre, plata y otros minerales que ya los tartesios y romanos supieron explotar. En el cercano paraje de Tharsis, pedanía alosnera y epicentro minero durante siglos, se hallaron vestigios que confirman la antigüedad de esta actividad. Incluso se descubrió la célebre Máscara de Tharsis, del siglo VII a.C., una de las piezas más antiguas de la metalurgia ibérica.

Durante el dominio romano, la comarca vivió un florecimiento económico, pero tras la caída del Imperio la actividad minera decayó. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para ver un renacimiento de la mano de la Tharsis Sulphur and Copper Company Limited, empresa británica que transformó el paisaje, la economía y la demografía de toda la zona. Fue entonces cuando surgió el barrio obrero, se construyeron ferrocarriles y Alosno se convirtió en un importante centro económico de la provincia.

Con la decadencia de la minería a finales del siglo XX, el municipio se replegó sobre sí mismo, volviendo a mirar al campo, a la ganadería y a su más firme patrimonio inmaterial: la música y las tradiciones. Así, el pueblo encontró en su cultura el verdadero filón que aún hoy le da vida.

Un Pueblo en Movimiento: La Leyenda del Traslado
Una de las narrativas más interesantes de Alosno es la de su propia fundación en el emplazamiento actual. La villa no siempre estuvo donde hoy la conocemos. Originalmente, el núcleo de población se encontraba a pocos kilómetros, en El Portichuelo.
Se cree que hacia 1444, las gentes de El Portichuelo se vieron obligadas a un traslado forzoso. La razón no fue otra que la propia riqueza del subsuelo: las aguas ácidas procedentes de las minas comenzaron a afectar negativamente a la salud de los habitantes, el ganado y la agricultura, haciendo insalubre la vida en aquel lugar. Para evitar el despoblamiento total de la zona, el Duque de Medinasidonia concedió a los colonos unas dehesas libres de impuestos en el emplazamiento actual.

Este movimiento no fue solo geográfico, sino también cultural. El traslado, que se hizo de forma pausada y gradual, atrajo a nuevas gentes, especialmente de fuera de la provincia. La llegada de personas, en particular de zonas leonesas y del norte, e incluso una colonia de judíos conversos —de la que provendría la abundancia de apellidos de árboles frutales como Limón, Naranjo o Carrasco—, generó un verdadero crisol de culturas. Esta mezcla es clave para entender la riqueza de las costumbres y el folclore alosnero, que conserva improntas de lejos y que se manifiesta en la especial querencia del pueblo por la música, los poemas, cantos y romances; una herencia, según se postula, de la tradición musical de las gentes hebraicas.

Una vez disueltos los señoríos en el siglo XIX, Alosno se elevó a la categoría de villa a partir de 1812, entrando en un periodo de esplendor y prosperidad que, la decadencia minera posterior no ha podido eclipsar por completo.

La Calle Real y la esencia de un pueblo blanco
Quien llega a Alosno Huelva no tarda en notar que este no es un pueblo más. Las calles se trazan en forma irregular, adaptadas al terreno y llenas de rincones que invitan a perderse. Y entre todas, hay una que tiene nombre propio y alma de leyenda: la Calle Real.

Dicen los versos populares:
“Calle Real del Alosno, con sus esquinas de acero…”
Y es que sus esquinas están literalmente reforzadas con acero, una peculiaridad que surgió por pura necesidad: los antiguos carros con grandes ruedas solían golpear las fachadas al girar en estas estrechas callejuelas, y el metal evitaba el desgaste de los muros. Pasear por ella es recorrer la historia viva del pueblo, entre casas encaladas, puertas azules y rejas de hierro forjado.

Desde la Calle Real se accede fácilmente al casco antiguo, donde se alza uno de los principales templos de la localidad: la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Gracia. Levantada entre 1785 y 1793 sobre un antiguo templo mudéjar del siglo XVI, destaca por su sobria elegancia renacentista. Su torre domina el perfil del pueblo, y su interior, de tres naves separadas por pilares, guarda imágenes muy veneradas por los alosneros.

La Ermita del Señor de la Columna y el silencio del alma
A las afueras del núcleo urbano, en un enclave sereno rodeado de vegetación, se encuentra la Ermita del Señor de la Columna, la primera ermita extramuros de la provincia de Huelva, construida en el siglo XVI. De arquitectura popular, sencilla y luminosa, acoge las imágenes del Cristo de las Aguas y del Señor de la Columna, protagonistas de las procesiones de Semana Santa. Su blancura resalta bajo el cielo azul del Andévalo, y el entorno transmite una paz difícil de describir.

Paseo por las fuentes y las casas señoriales
Alosno también invita a recorrerlo con calma, sin mapa, deteniéndose en sus fuentes, plazas y casas solariegas. En la Calle Regajillo, por ejemplo, se encuentra la Fuente del Piano, un rincón fresco y silencioso rodeado de arquitectura tradicional. Muy cerca, sobresale la Casa del Vizconde de Orta, del siglo XVIII, así como otras viviendas señoriales que recuerdan la prosperidad de tiempos pasados, como las de la Calle Nueva o la Calle de la Condesa de Barbate, en honor a la benefactora que impulsó en los años cincuenta la fundación del Convento de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.

Cabezo Juré: el pasado más remoto de Alosno
Pocos saben que en los alrededores del municipio se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del suroeste peninsular: el Cabezo Juré. Datado en el tercer milenio antes de Cristo, este enclave muestra cómo ya hace casi cinco mil años los antiguos pobladores de la zona dominaban la metalurgia, elaboraban cerámicas, tejidos y herramientas de piedra. Los hallazgos incluyen molinos, puntas de flecha, restos de fundiciones e incluso indicios de una estructura social avanzada.

El descubrimiento de Cabezo Juré refuerza la idea de que el Andévalo fue una cuna de civilización mucho antes de la llegada de los tartesios o romanos, un punto neurálgico de intercambio y producción que aún guarda muchos secretos bajo sus tierras rojizas.

El fandango de Alosno: alma sonora del Andévalo
Si hay algo que define a Alosno por encima de todo es su música. Aquí nació y se desarrolló el fandango de Huelva, una de las expresiones más puras del folclore andaluz. No se trata solo de un cante, sino de una forma de sentir. El fandango de Alosno posee un toque de guitarra peculiar y distintivo y unas entonaciones que lo diferencian de otros palos. En Alosno, el fandango se canta en las casas, en las calles, en las tabernas y en las fiestas, transmitiéndose de generación en generación como un patrimonio vivo.

La villa ha dado al flamenco grandes intérpretes y creadores, entre los que sobresale con luz propia Paco Toronjo (1903-1975), considerado el fandanguero de Huelva más importante de todos los tiempos. Considerado el gran maestro del fandango, elevó este arte a categoría universal, y en su honor se erige un busto en la calle Barrios, levantado en la calle Barrios en el año 2000, cerca del Paseo que divide el pueblo en «Arriba» y «Abajo». Los estudiosos del flamenco siguen acudiendo a Alosno para desentrañar y aprender de este estilo único. Punto de parada obligada para los amantes del flamenco.

El fandango alosnero, con su ritmo libre y sus letras cargadas de emoción, ha sido declarado Bien de Interés Cultural dentro de las Actividades de Interés Etnológico por la Junta de Andalucía. Escucharlo en directo, durante las Cruces de Mayo o en cualquier reunión espontánea, es una experiencia que difícilmente se olvida.

Las Danzas Rituales de Huelva
El patrimonio cultural inmaterial de Alosno se enriquece con sus tres danzas tradicionales, declaradas por la Junta de Andalucía como Bien de Interés Cultural en 2011, dentro del conjunto de las danzas rituales onubenses:
- La Danza de los Cascabeleros: Protagonista de las Fiestas Patronales de San Juan Bautista.
- La Danza de San Antonio de Padua: Recuperada después de décadas, acompaña la Romería homónima.
- El Fandango Parao: Una forma específica y ritualizada del cante y baile local.
Estas danzas, de origen incierto y posiblemente pagano, son una manifestación espectacular de la identidad local.

Fiestas que son identidad
El ciclo anual en Alosno está marcado por un calendario festivo extraordinariamente rico, donde la fe se entrelaza con el folclore de raíces ancestrales.
- Las Luminarias de San Antonio Abad (enero): El 16 de enero se encienden grandes fogatas. Una escena hipnótica se desarrolla cuando caballos, mulos y burros saltan sobre el fuego para que el protector de los animales los guarde de toda enfermedad.
- Semana Santa: Las procesiones comienzan el Miércoles Santo. La más típica y emocional es la de Los Encuentros, que tiene lugar el Jueves Santo. El Viernes Santo se traslada el Señor de la Columna a su ermita, donde aguardará hasta la Semana Santa del año siguiente.
- Pascua de la Lechuga (Domingo de Resurrección): El Domingo de Resurrección, los alosneros se reúnen en el campo. La jornada es única: se dispara a un muñeco de paja que simboliza a Judas para, finalmente, quemarlo. Es imprescindible llevar la tradicional lechuga y el típico bollo de pringue con huevos dentro.
- Corpus Christi, Romería de San Antonio de Padua y las Fiestas de San Juan Bautista, patrón del pueblo. El día grande es el 24 de junio, festividad del patrón. Las noches previas, la Casa-Hermandad acoge los ensayos de la Danza de los Cascabeleros. El 24, la solemne procesión es precedida por esta singular danza. Al finalizar la misa, los danzantes ofrecen un último baile al santo, danzando sin darle nunca la espalda y en el sentido inverso a las agujas del reloj, un rito que se remonta a antiguas prácticas paganas. Los hombres visten con el traje de jueves de comadre, otro símbolo etnológico. La jornada está repleta de hospitalidad, con dulces tradicionales y la bebida local, el «aguaíllo» (aguardiente, agua y azúcar), ofrecidos a los asistentes.
- En agosto, los jóvenes toman el protagonismo durante la Semana Cultural de la Juventud, llena de actividades deportivas y culturales.
- En diciembre, Las Jachas: Coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), se levantan las «jachas»: gigantescas columnas hechas con gamones (tallos largos y secos), adornadas con papeles de colores. La noche del día 8, estas estructuras se prenden en una quema simbólica que representa la pureza de la Virgen, acompañada de cantos populares.

Las Cruces de Mayo y la «Colá»
Las Cruces de Mayo se celebran los dos primeros fines de semana de mayo. Esta fiesta, catalogada como patrimonio cultural junto a las de Almonaster, Berrocal y Bonares, gira en torno a un concepto muy alosnero: la «colá».

La colá era originalmente una zona anexa a la casa, un pasadizo por el que se «colaban» los animales de labor para evitar su paso por la sala principal. Hoy se usa como cochera, pero en las Cruces de Mayo, las doce colás montadas en diferentes casas se engalanan para albergar las cruces. Tras la medianoche, se abren. Dentro, las mujeres esperan por orden jerárquico, cantando seguiyiras bíblicas y mitológicas, bailando y tocando la pandereta alosnera al pie de la Cruz.

Mientras, los hombres recorren las calles en reuniones, al son de guitarras y cantando fandangos alosneros, portando un canasto de caña con bebidas. Cuando llegan a la colá, entran para sacar a bailar a las mujeres. Los fandangos y las sevillanas típicas de aquí, las seguidillas, resuenan hasta la madrugada, creando una atmósfera de fiesta y tradición única.

Sabores de Alosno: del gurumelo al aguardiente
La gastronomía alosnera es otro de sus grandes tesoros. Aquí se come con alma y sin prisas. En invierno, los protagonistas son los platos de la matanza: olla de coles, pestorejo asado, chacinas y cachuela. En primavera, los campos regalan los gurumelos, setas muy apreciadas en toda la provincia. Y cuando el calor aprieta, nada como una ensalada de pepinos con aceite, vinagre y sal.
Los dulces también tienen nombre propio: gañotes, pestiños, piñas de piñonate, roscos y las típicas tortas follás, hechas con manteca y chicharrones. Durante la Pascua no falta el bollo de pringue con huevo, símbolo de la celebración de la vida.
Y, por supuesto, el aguardiente casero, compañero inseparable de los cantes alosneros.

Alosno y Tharsis: dos almas, una historia
Aunque Alosno es el núcleo principal, dentro del municipio se encuentra Tharsis, una entidad local autónoma que durante décadas fue el corazón minero de la comarca. Su paisaje está dominado por las escombreras y galerías que recuerdan un pasado de duro trabajo y prosperidad. Hoy, sus minas permanecen inactivas, pero la memoria de aquella época sigue muy presente en la arquitectura, los ferrocarriles mineros y los relatos de sus gentes.

Naturaleza y entorno
El término municipal de Alosno, de más de 190 km², está surcado por el río Oraque, afluente del Odiel, y cubierto por campos de cereales, olivares y dehesas de encinas y alcornoques.

Es una tierra de paisajes suaves, con un horizonte amplio que invita a caminar y a contemplar. En los alrededores hay pequeñas rutas y caminos rurales que permiten adentrarse en la tranquilidad del Andévalo más profundo, donde el tiempo parece haberse detenido.

Qué ver en Huelva
Si además de visitar Alosno, quieres conocer más de Huelva, te proponemos otros lugares que tenemos añadidos en nuestro mapa, para que los puedas añadir a tu itinerario:
- Bollullos Par del Condado: Lugar arraigado a los vinos y a la religión. Está a 56 minutos en coche por A-495 y A-49.
- Isla Cristina: Si quieres un sitio con playa, este es una buena opción. Se encuentra a 46 minutos en coche por A-495 y A-49.
- Villarrasa: Un pueblo de interior con mucha alma. Está a 54 minutos en coche por A-495 y A-49.
- Zufre: Otro pueblo de interior cercano a la Sierra de Huelva. A 1 hora 31 minutos por A-461.
- El Portil: Un destino playero, no muy masificado. A 44 minutos por la A-495.
- Moguer: Visita el hogar de Juan Ramón Jiménez. Está a 44 minutos en coche por la A-495.
- Bonares: Un pueblo donde se respira la esencia más pura del interior onubense. A 47 minutos por A-495 y A-49.
- Mazagón: Playas vírgenes que se pierden en el horizonte, pinares y una calma que parece detener el tiempo. A 54 minutos por A-495.
- Aljaraque: Pueblo para adentrarse en la naturaleza o disfrutar de la cultura andaluza. A 42 minutos por A-495.
- Rociana del Condado: Su casco histórico fue declarado Conjunto Histórico-Artístico. A 54 minutos por A-495 y A-49.
- Galaroza: Este pueblo blanco del norte de Huelva combina patrimonio y naturaleza en un equilibrio perfecto. A 1 hora y 13 minutos por A-495 y HU-7104.

Un paseo con alma
Caminar por Alosno es recorrer siglos de historia condensados en un puñado de calles. En el Paseo de Arriba o el Paseo de Abajo, donde se ubica el ayuntamiento, la vida transcurre pausada: los mayores charlan al sol, los niños corretean y las terrazas de los bares se llenan de conversaciones y risas. En cada rincón de este pueblo de Huelva se siente la hospitalidad de su gente, ese carácter abierto y cálido que convierte la visita en una experiencia humana, además de turística.

Alosno es una parada imprescindible para quien quiera conocer el alma profunda del Andévalo. Entre minas milenarias, fandangos y devociones, este rincón andaluz demuestra que la riqueza no siempre se mide en oro o cobre: a veces se encuentra en la memoria, en las costumbres y en la música que resuena en las noches de mayo.
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